Prozac: De la farmacia a la cultura
Han pasado 25 años desde que la fluoxetina recibió la aprobación final para su distribución. El antidepresivo Prozac, su primer nombre comercial, no solo ha ayudado a definir lo que la gente piensa acerca de las enfermedades mentales, sino que además forma parte del léxico y la cultura de todos los días.
La droga encontró la fama entre la gente, gracias –en parte– al libro de Elizabeth Wurtzel, Nación Prozac, que resultó ser un éxito en ventas.
El medicamento fue introducido en Estados Unidos en 1988. Desde entonces, se ha convertido en un asunto clave en los debates donde se discute si las enfermedades mentales deben tratarse con drogas o con la terapia y la ayuda de un profesional.
Fue como salvar a la gente del suicidio, dice la novelista Sarah Dunant, coeditora de una antología de ensayos titulada La era de la ansiedad.
Dunant tiene experiencia personal con antidepresivos y asegura que la ayudaron a superar un momento difícil hace años.
Culto
Pero no todo el mundo está contento con eso. “Lo que hizo que el Prozac fuese popular no fue su potencia –que en realidad no era tanta– sino su buena comercialización”, explicó David Healy, profesor de la Universidad de Cardiff y autor de Pharmageddon.
“Nos hizo superar la cautela natural que la mayoría de nosotros sentimos con las píldoras y nos convenció de que teníamos que tener acceso a estas cosas", dice Healy.
Prozac, como medicamento y concepto, se puso de moda. El libro Nación Prozac tenía su culto. Fue reeditado en el 2002 y estuvo vinculado a una película protagonizada por Christina Ricci y vendió más de 120.000 copias ese año, según el sitio web Publishers Weekly.
Prozac, que ahora se usa casi como una abreviación para todos los antidepresivos, figura en el Diccionario Oxford en inglés. La gente puede tener un “momento Prozac”, que significa felicidad fugaz o de falta de memoria. También pueden tomar un trago llamado Prozac (que se prepara con sambuca y aguardiente).
No es sorpresa que el Prozac se haya convertido en una fuente de material para los directores de cine. En el thriller psicológico Efectos secundarios, de Steven Soderbergh, un neoyorquino toma pastillas para la depresión y la palabra Prozac es mencionada inevitablemente.
La droga se ha filtrado en la cultura pop y también en las vidas de la gente común. Hoy en día, los europeos y los estadounidenses toman antidepresivos más o menos al mismo ritmo.
En el 2010, una de cada diez personas en Europa había tomado antidepresivos, según el Instituto para el Estudio del Trabajo en Bonn. Mientras que en EE.UU., el 11% de las personas mayores de 12 años toma antidepresivos, según los Centros para el Control de Enfermedades.
Acto de fe
Es fácil llegar a la conclusión de que la imagen pública del Prozac ha ayudado a la aceptación social del consumo de antidepresivos.
Pero muchos de los que han prescrito el medicamento critican la forma en que se ha utilizado. “Había una idea de que el Prozac te volvía mejor. Bueno, yo no estaba segura”, dice Joanna Moncrieff, quien ahora es profesora de neurociencia en la Escuela Universitaria de Londres y autora de un libro que saldrá próximamente, llamado Las píldoras más amargas.
No todo el mundo debería estar tomando medicación, dice. “Hace 100 años, si no te sentías bien, no había nada que hacer”.
Sin embargo, ella sabe que la gente va a seguir tomando antidepresivos. Al igual que el Viagra ha cambiado muchas vidas, el Prozac ha alterado el discurso sobre la enfermedad mental.
Muchos expertos creen que los antidepresivos son útiles. Ian Anderson de la Universidad de Manchester, profesor de psiquiatría, dice que la gente no debería entender las drogas de una forma tan dogmática.
“Al final, se trata de seguir con la vida”, dice. “He visto a bastante gente luchar contra la depresión. Eso no me parece justo”.
Dunant asegura que los antidepresivos una vez la ayudaron a superar una mala ruptura. Ella dice que le habría gustado que los medicamentos hubiesen estado al alcance cuando su padre, un gerente de la industria aérea, sufrió un colapso en la década de los setenta. Entonces, tuvo que someterse a terapia de electroshock.
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