Amor genérico
¿Cómo saber si el amor que estamos sintiendo, dando o recibiendo es auténtico? Me refiero también o principalmente al amor por nosotros mismos.
Comúnmente tardamos años en comprender que realmente nos hemos amado poco y que ni siquiera nos hemos prestado la debida atención, menos aún respetado. Damos por hecho que nos amamos y avalamos que estamos de nuestro lado. Creemos que es obvio que así sea y por esa misma razón lo obviamos. Estamos seguros de que ya nos lo contamos todo porque estamos todo el tiempo en nuestra compañía.
Generalmente, somos egoístas con nosotros mismos porque por impulso primero buscamos a otro para compartir nuestras emociones, pero pocas veces festejamos en la intimidad de nuestro corazón o nos escuchamos como escuchamos a otros. Nos es más fácil dar un abrazo solidario que darnos un abrazo de alma por nuestros logros o desaciertos. Somos poco generosos en ver nuestras virtudes, pero nos apresuramos en criticarnos sin fin.
Hace unos días, en el supermercado, con el carrito en frente y un tsunami de emociones rondándome como murciélagos, entre dientes me dije con firmeza: “¡Ya basta! ¡Compórtate!”. Yo no trato así a quien viene a decirme lo mal que se siente.
Si la alegría compartida es doble alegría y si la tristeza entre dos es más llevadera, hay que empezar compartiendo con nosotros mismos las nuestras, como cuando primero las comunicamos a nuestros afectos más cercanos. Porque ¿quién es más cercano para ti que tú mismo?
No hacerlo así es vivir resentidos internamente y sin entender por qué. Cuando nos empecemos realmente a prestar la debida atención, entonces nos llegarán de afuera los amores de marca, los que no caducan, y podremos identificarlos de entre el montón y atraerlos como imán a nuestras vidas para rodearnos de ellos y de ese ser especial si eso es lo que anhelamos.
Es verdad que un medicamento genérico puede tener el mismo uso y trabajar de igual manera en el cuerpo que los medicamentos de marca y a un menor costo, pero no cuando de amor se trata.
El amor es auténtico cuando el sentimiento no es genérico, si no el precio por pagar es muy alto.
Le pregunté a alguien que considero un ser amoroso: “¿Tú te amas?”. Me contestó: “¿Cómo es eso?”. Entonces le pregunté: “¿Tú te gustas?”. “Claro que sí”, me dijo.
Como en toda relación, primero hay que gustarse para luego amarse y después amarse a pesar de todo lo que no nos guste.
Sé compasivo, vuélvete a presentar a ti mismo. A lo mejor te gustas de verdad y ¡quién sabe!, te llegas realmente a amar.
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