Quien guarda...
En estas épocas es común que regalemos, donemos, vendamos o botemos cosas para sentirnos renovados. Bien, pero la liviandad debe hacerse también por dentro, principalmente.
Por años tuve la costumbre de deshacerme de un objeto diario, era una manera de sustituir el no poder liberarme emocionalmente, porque siempre es más fácil deshacerse de algo material que de un sentimiento.
Así como algunos se aferran a la colección de cucharitas, otros se aferran a los resentimientos. A las culpas las guardamos como suvenires de viajes de la vida.
Tenemos alma de recolectores, es como algo ancestral, somos acumuladores, pero también somos recicladores y así como podemos reciclar objetos, podemos reciclar emociones. Por ejemplo, si nos hemos encariñado con la frustración y no nos queremos deshacer de ella, podemos transformarla en olvido. Olvidar es despedirse en silencio porque ya no se necesita más, como ese suéter que sacamos del clóset porque ya no nos queda bien. La envidia es un sentimiento que también nos hace ver muy mal, si tan solo nos viéramos al espejo cuando nos la estamos probando.
Continuamente hacemos inventario de lo que poseemos o de lo que carecemos, este debería incluir el listado de lo que nos sobra. ¿De qué te sirve la culpa? ¿Crees que algún día la volverás a necesitar? Ya tendrás la oportunidad de estrenar nuevas.
Los miedos, como las cajas en medio de la sala, obstaculizan. Si soltamos las emociones que nos restringen, nuestra habitación interior tendrá espacio para sentirse más ventilado, en paz. Si todavía crees que necesitas la tristeza, sigue guardándola, pero así como te tropiezas con la silla, así te tropezarás con la tristeza cada vez que pases por ella y se interpondrá en tu camino.
Cuando guardas pesares es como una invasión de terreno, no tienen derecho de estar ahí. Si tanto atesoras tus pensamientos negativos, saca uno por uno y pregúntate: ¿me gusta?, ¿lo necesito?, ¿me representa en la actualidad? Deshacernos de las actitudes que nos sobran es empezar un verdadero ciclo de transformación.
Las emociones deben tener fecha de caducidad, no sonarán mejor porque las llamemos tristeza vintage, no combinará para nada con nuestro nuevo trabajo. Si sueltas, te expandes. Suelta tus fracasos, el pobre de mí. Los pensamientos necesitan circular: limpia los cajones internos de la desidia, saca de los armadores tus miedos colgados, pásale el trapo a los muebles donde se reflejen los malos recuerdos, saca todo de la bodega de tus suposiciones, abre el garaje de tus intrigas.
Alquila un camión y que se lleve en fundas las emociones y pensamientos que te sobran y te estancan.
Deshacerse no es desvalorizar, es entender. Guardar es reprimir, es aguantar la respiración. Exhala, suelta y libérate.
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