Rendirse ante lo nuevo
¿Alguna vez has luchado por conseguir algo para obtenerlo solo cuando por fin te rendiste? No es una paradoja. Así como somos hacedores, también somos nuestro mayor obstáculo en ese afán de insistir.
Cuando ya lo hemos hecho supuestamente todo y nada nos resulta para lograr algo largamente esperado, hagamos lo que nunca habíamos hecho, quitarnos de en medio y dejar de intentar.
Muchas veces inconscientemente subimos la apuesta para ser merecedores y nos volvemos nuestros maestros implacables y castigadores. Se ha puesto mucho énfasis en esto de luchar y luchar para merecer, si crees a rajatabla en esta teoría, entonces tu mayor reto podría ser dejar ir esa lucha. ¡Ese sí es un buen nivel de dificultad!, mejor que cualquier jueguito de esos que te gusta jugar.
Rendirse es aceptar las cosas como son, eso no es ser débil, ni víctima, ni cobarde, es tener conciencia de que ya se hizo bastante, tal vez demasiado y aceptar. El sufrimiento se va cuando cambiamos de rumbo y dejamos de añorar lo no logrado.
Tocar fondo no es desfondar la funda, es decir basta, arrugar el ceño y la funda botarla a la basura, es decir me doy. Pero somos tan tercos que preferimos tener la razón sin importar el precio. Nunca tenemos la razón porque no se trata de tenerla o no tenerla, ni se trata de lo que quisiéramos que fuera, se trata de lo que es y empezar a mirar por otro lado.
Dejemos de reinterpretar, si no todo lo que nos llegue será contaminado por nuestras viejas andanzas mentales y emocionales. Demos la bienvenida a nuevos contratiempos y dejemos de desayunarnos con recalentados de una vida anterior. A veces necesitamos estar hartos o estrellarnos con la misma piedra infinitamente como forma de aprendizaje. Nos hubiera ido mejor partirnos la cabeza a la primera caída y no levantamos para volvernos a estrellar ahí mismo como carros chocones, con la diferencia de que esto no fue divertido. Ya se nos pasará el berrinche de no haber conseguido lo que queríamos y así, con los ojos rojos aún, respiremos profundo y aceptemos sin caprichos. Una manera de dejar entrar lo fresco es dejando de actuar, es observando y permaneciendo en silencio, es una excelente forma de proyectar la energía para el futuro en el presente. Es necesario morir en el intento para poder resucitar, alzar las manos en señal de rendición, entregar las armas. Sacar la bandera de la paz podría ser el acto más heroico de todos ante el enemigo, que siempre es uno mismo.
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