Me quiere, no me quiere
Tal cual los ochenta y como dijo el multifacético Reinaldo Egas, el amor no es para nada fácil. Eso de encontrar a la pareja perfecta sí es de ilusos, la perfección no existe, quizás en las ciencias exactas, pero en nada, nadita, nada más.
Eso que la gente piensa que ya en la vida adulta te vas a enamorar como quinceañera, que no puedes dormir, ni respirar, y con maripositas en la panza, es de tontos. Yo sí creo que la ilusión es bacán. Que es rico cuando conoces a ese alguien que te mantiene a la espera de la llamada, del mensaje, del detalle y demás.
Pero esa ilusión no se puede confundir con enamoramiento.
Yo creo que el amor de verdad tiene que ver con compromisos, con poder decir me siento bien con esta persona y creo que puedo compartir mi vida con esta persona. Es alguien con quien puedo ser yo, puedo decirle lo que pienso, alguien a quien admiro lo suficiente como para poder respetar que en algunas cosas es distinto a mí y aunque no es que me agrade el chiste, lo acepto.
Creo también que es una guerra contra la paciencia y la tolerancia, porque lo que a veces más me molesta de mí lo veo en el otro y eso da rabia. Las cosas que casi no le molestan a uno al principio a rato se vuelven grandes y hay que saber encontrar el camino para minimizarlas nuevamente.
Creo que el amor tiene que ver con poder tener cerca a otro que le interesa eso que te encanta contar, que de alguna manera está dispuesto a aprender de ti. Alguien con quien compartes algunos hobbies y también alguien que respeta que tú tienes ciertas actividades que son solo tuyas. Creo que el amor también implica dejar de lado ciertas cosas y eso da un poco de melancolía, pero es importante saber dejar.
Eso de que el amor te llega tampoco lo creo mucho. Creo que es algo que sucede cuando uno está dispuesto a dejar que ocurra. Cuando uno no se cierra en una idea fija. Cuando uno está ocupado haciendo cosas interesantes y cuando uno se refresca en distintos aires. Eso de pensar que el príncipe azul llega es como de ilusos. Hay harta gente por ahí a la que no nos atrevemos a ver con otros ojos y los tenemos etiquetados con rubros, que bien pudieran cambiar.
Por ahí dicen que uno escoge a la pareja que se parece a su padre/madre, según el caso. Lo he visto en algunas ocasiones, pero no lo considero una regla de oro. Creo más bien que las personas sí se acoplan a las familias a las que llegan. Y que se requiere de madurez e inteligencia para ver las cosas que conviene acuñar.
En fin, fácil no es que sea; pero es bastante necesario, y aunque no de maripositas en la panza, si te arranca una que otra carcajada al día, creo que ya tenemos medio camino ganado. El resto ya lo pone cada quien con su cada cual.
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